Las huellas de los Gentiles

Las leyendas vascas mitificaron a los antiguos paganos conservando su recuerdo bajo el término “Jentilak” (gentiles). Los gentiles de las narraciones populares poseen una estatura mayor que la de los hombres corrientes y una fuerza extraordinaria. Habitan en lugares subterráneos a los cuales se accede a través de profundas cuevas. Viven escondidos del resto de la gente, pues saben que su tiempo ha pasado y que nada bueno pueden esperar de los humanos.

Cuenta una de esas leyendas que hace mucho tiempo, mucho antes de que la palabra de Cristo fuese predicada bajo el sol, los gentiles se encontraban festejando en la sierra de Alarar cuando una extraña nube luminosa apareció en el horizonte. Preocupados por aquel fenómeno inusual, buscaron a un anciano respetado entre ellos por su sabiduría, y lo condujeron a la montaña para que viera la nube con sus propios ojos y les dijera, si lo sabía, qué significaba. El anciano observó por un momento el horizonte y habló así:

―Ha nacido el Kixmi, y con él llega el fin de nuestra raza. No merece ya la pena vivir: ¡Arrojadme a este precipicio!

Y como ninguno se atrevía a empujarlo saltó él mismo. El resto de los gentiles huyeron a la carrera, perseguidos por la misteriosa nube, hasta llegar al valle de Arraztaran, en donde entraron a una caverna cuya entrada sellaron sobre sus cabezas con una gran losa conocida desde entonces como Jentilarri (piedra de los gentiles).

La leyenda explica que el término “kixmi” significa “mono” en el idioma de los gentiles, quienes lo utilizaban para referirse despectivamente a Jesucristo.

La Jentilarri es en realidad un dolmen, y no se trata de los únicos restos arqueológicos, prehistóricos o no, que deben su nombre a estos personajes míticos. Unos crónlechs de Arano se llaman, por ejemplo, Jentilbaratzak (sepulturas de gentiles); un dolmen de la montaña de Ataun-Burunda, Jentiletxe (casa de gentiles); los sótanos de una antigua fortaleza al sur de la peña Layen, Jentillen-sukalde (cocina de gentiles)… Y la lista sigue.

Los nombres de algunas formaciones naturales tienen el mismo origen. Un hueco que se abre en la cima de una peña de Urdiain recibe la denominación de Jentileio (ventana de gentiles) y un espectacular arco de roca de Dima, Jentilzubi (puente de los gentiles). De muchos peñascos se dice ocupan su sitio actual porque los gentiles las arrojaron desde muy lejos gracias a su descomunal fuerza.

A veces estos todavía se dejan ver sobre la superficie. A la entrada de una cueva del monte Sastarri, dos carboneros encontraron peinándose a una hermosa joven, hija de la antigua familia, lo cual consideraron un mal presagio.

En otro tiempo, incluso mantenían relaciones amistosas con los humanos. Pero estos se aprovechaban de su honestidad. Los habitantes de la casa Agerre les robaron una manta de oro que amablemente habían traído para cubrir a un moribundo durante el viático. Los de la casa Ozparrun les prestaron un fuelle a cambio de recibir como prenda una raspa de oro, pero tras recuperar su fuelle se quedaron con la raspa y se negaron a prestarles más el fuelle alegando motivos falsos. A los gentiles no les quedó más remedio que malgastar su magia maldiciéndolos: en la casa Agerre siempre habría un manco y un tullido, las señoras de Ozparrun nunca gozarían de buena salud. Y así dicen que sucedió desde entonces.

–Bibliografía:

• José M. de Barandiarán, Mitología vasca, San Sebastían, Editorial Txertoa, 1979, pp. 139-143.
• José M. de Barandiarán, Mitología del pueblo vasco, vol. I, Lasarte, Etor-Ostoa, 2006, pp. 218-225.

Imagen vía: Euskalnet.

Publicado en: Mitologia vasca

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