Juan Díaz de Garayo, el Sacamantecas

Juan Diaz de Garayo

El ogro, el coco, el hombre del saco… todos ellos son personajes imaginarios hechos a medida para meter en vereda a los más pequeños mediante una de las más viejas herramientas: el miedo. Y poco importa si estos seres habitan bajo la cama, dentro del armario o pueden ser invocados en el momento necesario, todos ellos no son más que invenciones para asustar. Lo más terrorífico del caso que uno de estos personajes terribles, el llamado Sacamantecas, fue un hombre real, tan real como sus crímenes.

Durante el siglo XIX la provincia de Álava se vio sacudida por una serie de terribles asesinatos, que tenían como principales características la brutalidad y la extraña costumbre de su autor de extraer la grasa corporal de sus víctimas. Las autoridades de aquellos tiempos sólo pudieron dilucidar que se trataba de una persona extremadamente cruel y con fuertes ansias sexuales.

Si bien se sabe que Juan Díaz de Garayo comenzó a cometer sus crímenes en serie tras cumplir los 50 años de edad, por lo que se pensó que estos impulsos debieron de mantenerse latentes durante sus anteriores cuatro matrimonios, pero al quedarse soltero perdió esa vía de escape. Este hombre, descrito como seco, austero y muy serio, quedó viudo de todos sus matrimonios, aunque no se encontraros señales de que Garayo hubiese provocado sus muertes.

El primero de sus crímenes probados se produjo el 2 de Abril de 1870, cuando tras asesinar a una prostituta evisceró su cuerpo con un cuchillo, antes de huir despavorido del lugar al comprobar lo que había hecho. Pasó cerca de un año hasta que se produjo su segundo crimen, o al menos el segundo de los que se le pudieron atribuir, siendo otra prostituta la elegida por Garayo. Y otra vez se repetía el proceso, un año de desaparición y vuelta a empezar, hasta que en 1872 la frecuencia de sus asesinatos comenzó a crecer, con 4 víctimas durante ese año (entre ellas una niña de 13 años).

Juan Díaz de Garayo fue detenido gracias al testimonio de una niña pequeña que al verle exclamó: «parece el Sacamantecas», a pesar de no saber que aspecto tenía este. Curiosamente la particular fisionomía de Garayo le jugó la peor de las pasadas. Una vez fue detenido e interrogado la sorpresa de los policías no pudo ser mayor, cuando oyeron como empezaba a confesar sus terribles crímenes e incluso aseguró que podían haber sido algunas más, ya que unas cuantas mujeres lograron escapar en el momento justo.

Según dijo antes de ser ejecutado en el garrote vil el 11 de Mayo de 1881, era el mismo Satanás quien se le aparecía cada noche y le inducía a perpetrar tales atrocidades.

Publicado en: Crimenes

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