Alfonsina Storni, poeta del amor y el dolor

Alfonsina Storni

¿Quién fue Alfonsina Storni?

Alfonsina Storni nació el 29 de mayo de 1892 en Sala Capriasca, Suiza. A sus 4 años la familia viaja a la Argentina, concretamente a la provincia de San Juan, en donde la poetisa vivencia los primeros recuerdos y muestra su innato espíritu literario:

“Estoy en San Juan, tengo cuatro años; me veo colorada, redonda, chatilla y fea. Sentada en el umbral de mi casa, muevo los labios como leyendo un libro que tengo en la mano y espío con el rabo del ojo el efecto que causo en el transeúnte. Unos primos me avergüenzan gritándome que tengo el libro al revés y corro a llorar detrás de la puerta”.

En el año 1901 su madre y hermanos se trasladan a vivir a la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe, abren una escuela domiciliaria y luego instalan el Café Suizo cerca de la estación de trenes de la cuidad. A la corta edad de 10 años, Alfonsina Storni ayudaba en el local atendiendo a los clientes y lavando los platos sucios, con el tiempo y cansada de las tareas de un bar se emplea en una fábrica de gorras pero su vida cambia de rumbo cuando en 1907 llega a Rosario la compañía de teatro de Manuel Cordero.

Los comienzos de Alfonsina Storni

Alfonsina Storni debuta en las tablas tomando el papel de una actriz que se había enfermado, gracias a su buena actuación se le concede la posibilidad de recorrer el país junto a la compañía teatral. Según sus propias palabras la experiencia le ahogaba e hizo torcer rumbos pero a su vez le agudizó los sentidos y en cierta forma contribuyó a formar su personalidad.

Cuando regresó a la cuidad se halla con la sorpresa de que su madre se había casado y vivía en Bustinza, una localidad de la provincia de Santa Fe por lo cual ella se traslada a Coronda y se recibe de maestra rural. Ejerce como docente y a la vez escribe sus poemas en 2 revistas Mundo Rosarino y Monos y Monadas.

Por el año 1911, Alfonsina Storni se muda a la capital Argentina, Buenos Aires donde tiene a su primer y único hijo, Alejandro, del cual no se sabe quien fue su padre. Alfonsina no bajaba los brazos y luchaba con uñas y dientes, haciéndole frente heroicamente a las vicisitudes que pasaba toda madre soltera en esa época publica el famoso libro La inquietud del rosal.

Para solventar los gastos y mejorar su situación económica, Alfonsina Storni se emplea como cajera en una tienda y colabora en la revista Caras y Caretas, en esos tiempos conoce a personajes sobresalientes del mundo literario como José Enrique Rodó, Amado Nervo, José Ingenieros y Manuel Ugarte. Y establecida y con un mejor pasar viaja constantemente a Uruguay donde entabla amistad con Juana de Ibarbourou y el escritor Horacio Quiroga.

En 1918 da a conocer su segunda publicación, El dulce daño; ese mismo año es condecorada con la medalla de miembro del Comité Argentino Pro Hogar de los Huérfanos Belgas. Al tiempo publica Irremediablemente y en 1920 Languidez. Este último trabajo según palabras de su amiga Juana de Ibarbourou era merecedor del Primer Premio Municipal de Poesía y el Segundo Premio Nacional de Literatura.

Alfonsina Storni procuraba siempre participar activamente de actividades gremiales y formó parte de la creación de la Sociedad Argentina de Escritores. Desde 1928 a 1934, realizó frecuentes viajes a España los que le impulsaron a crear escritos dramáticos, repletos de reflexiones feministas  y con un velo de erotismo algo muy inusual para esos años, estos son Mundo de siete pozos y Mascarilla y trébol.

Los últimos años de Alfonsina Storni

Alfonsina Storni era una mujer como pocas en ese tiempo, de mentalidad avanzada y con marcado perfil feminista se abrió paso en la sociedad logrando hacerse de un pedestal que nuca bajaría.

Por el año 1935, la salud de Alfonsina Storni se ve vapuleada por un cáncer de mama, se somete a una mastectomía la que le deja extremas cicatrices no sólo en su cuerpo sino también en su alma, por su personalidad depresiva las secuelas de la enfermedad hacen que caiga en un pozo oscuro y profundo donde no permite que entre la luz ni una mano amiga.

Dos años más tarde su corazón recibe otro golpe, su amigo Horacio Quiroga se quita la vida, ella le dedica un poema el cual también presagia su propio final:

Morir como tú, Horacio, en tus cabales,
Y así como en tus cuentos, no está mal;
Un rayo a tiempo y se acabó la feria…
Allá dirán.
Más pudre el miedo, Horacio, que la muerte
Que a las espaldas va.
Bebiste bien, que luego sonreías…
Allá dirán.

En 1938 un vuelco de la vida le hace volver a sonreír, el Ministerio de Instrucción Pública de Uruguay le invitaba a un acto para las tres fabulosas poetisas del momento, allí la acompañarían Juana de Ibarbourou y Gabriela Mistral. Con gran entusiasmo escribe su conferencia a la que titula “Entre un par de maletas a medio abrir y las manecillas del reloj”. A mitad de ese mismo año publica Antología con sus poemas predilectos.

Luego la esporádica felicidad se derrumba al recibir el diagnóstico médico y la sentencia de muerte, su cáncer había regresado y era terminal. Decidida a no seguir luchando y morir con dignidad, viaja a la ciudad de Mar del Plata donde escribe dos cartas de despedida, una dedicada a su hijo y la otra era un poema dirigido al diario La Nación.

Un 25 de febrero con determinación, Alfonsina Storni se dirige al frío mar para fundir su cuerpo con sus aguas. Si bien quienes escribieron sobre la vida de esta luchadora mujer estipulan que se arrojó desde una escollera, el relato popular intenta conservar el velo romántico y místico de sus poemas cuenta que lentamente se internó en el mar. Luego de su muerte se erigió un monumento en su memoria, frente a la playa la perla en Mar del Plata, donde ella se quitó la vida.

Su muerte pasó a convertirse en leyenda la cual está plagada de poesía y romanticismo, por ello muchos artistas, siendo la más destacada Mercedes Sosa (con el tema Alfonsina y el mar) le dedicaron canciones en su honor.

Poema de despedida

Dientes de flores, confía de rocío,
manos de hierbas, tú, nodriza fina, tenme puestas las sábanas terrosas y el edredón de musgos escardados.
Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.

Pónme una lámpara a la cabecera, una constelación, la que te guste, todas son buenas; bájala un poquito.
Déjame sola: oyes romper los brotes, te acuna un pie celeste desde arriba y un pájaro te traza unos compases para que te olvides.

Gracias… Ah, un encargo, si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido…»

Publicado en: Personajes con Historia

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